Una
experiencia pedagógica innovadora, colaborativa y artística
La educación artística no busca crear
artistas, sino formar personas
Alfons Sard, profesor en el IES Josep Maria Llompart
El niño no dibuja para comunicar. No
dibuja para mostrarnos algo. Dibuja para construir un mundo que es suyo, solo
suyo, libre de cualquier intrusión.
Arno Stern, padre de la Educación Creadora
Aprendemos a sumar, sumando; a leer, leyendo; a
escribir, escribiendo. ¿Por qué no aprender arte haciendo arte, es decir, creando? ¿Por qué no
descubrir movimientos artísticos y empaparnos de su esencia probando,
experimentando, jugando, probando de nuevo?
Este fue el punto de partida de una (arriesgada)
propuesta hecha por un grupo de madres y padres del AMPA del colegio Siglo XXI
a la dirección del centro y al equipo de profesoras. No era un reto fácil de
asumir: se planteaba emplear las clases de Educación Artística —todas ellas, en
todos los niveles educativos— en trabajar diferentes movimientos artísticos, la
mayoría de arte contemporáneo, a través de cuentos, juegos, creaciones y
ejercicios diversos que permitieran a los niños y niñas familiarizarse con
ellos para que más adelante pudieran utilizar las técnicas, las herramientas y
los enfoques aprehendidos en crear libremente sus propias obas, en expresar «un
mundo que es solo suyo».
Pero la propuesta no acababa allí. Se quería,
inspirados en la obra del pintor uruguayo Joaquín Torres García, que creó
paisajes compuestos con fragmentos significativos para él, realizar al final de
curso, como colofón al trabajo hecho a lo largo del mismo, un mural traslúcido
colectivo —de ahí lo de Transmural—, formado por la suma de las obras hechas por
cada uno de los alumnos o, lo que es lo mismo, por la suma de fragmentos significativos. Este mural iba
a representar la esencia del colegio: si entendemos el arte como un lenguaje,
como una forma de expresión creativa, cada obra de arte individual encerraría
una parte de la visión del mundo de cada niño, nos mostrará su «espíritu». Y el
conjunto de todas esas obras, el espíritu del Siglo XXI.
Pese a la dificultad y a las lógicas dudas que
podía entrañar llevar a cabo un trabajo tan extenso, intenso y sui generis como el propuesto, la
dirección y el equipo de profesoras decidieron implicarse y se pusieron manos a
la obra, con un entusiasmo, apertura y compromiso que fueron creciendo conforme
se desarrollaba el proyecto.
Fue, sin duda, un proceso de aprendizaje para
todos los participantes: las madres y los padres pudimos conocer más de cerca y
valorar más el no pocas veces difícil trabajo que realizan los profesores y profesoras,
quienes, a su vez, pudieron aprovechar los diversos saberes de padres y madres
y beneficiarse de algunas ideas refrescantes; y los niños y niñas, pero no
solo, descubrieron nuevas formas de mirar el arte y la vida y de darle forma a
su imaginación.
Además, el trabajo colaborativo nos ayudó a
desarrollar la empatía, la flexibilidad, la capacidad de reflexión y la de reconocer
habilidades ajenas y propias, y fomentó la cooperación, la comunicación, el respeto
y la confianza entre todos los miembros de la comunidad educativa, lo que
estrechó lazos y creó un clima de colaboración y entendimiento especial, que
aún perdura.
Todos aprendimos de todos. Y todos, en particular
los niños y niñas, disfrutamos del proceso. Y esa era la idea: mucho más
importante que el resultado final, el Transmural, lo fue el propio proceso de creación. Eso es
justamente lo que se quiere mostrar en esta exposición: el deleite, sorpresa, alegría,
introspección, la indescriptible satisfacción que proporciona el acto mismo de
crear.
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