4 de mayo de 2017

TRANSMURAL

Una experiencia pedagógica innovadora, colaborativa y artística

La educación artística no busca crear artistas, sino formar personas

Alfons Sard, profesor en el IES Josep Maria Llompart

El niño no dibuja para comunicar. No dibuja para mostrarnos algo. Dibuja para construir un mundo que es suyo, solo suyo, libre de cualquier intrusión.

Arno Stern, padre de la Educación Creadora



Aprendemos a sumar, sumando; a leer, leyendo; a escribir, escribiendo. ¿Por qué no aprender arte  haciendo arte, es decir, creando? ¿Por qué no descubrir movimientos artísticos y empaparnos de su esencia probando, experimentando, jugando, probando de nuevo?

Este fue el punto de partida de una (arriesgada) propuesta hecha por un grupo de madres y padres del AMPA del colegio Siglo XXI a la dirección del centro y al equipo de profesoras. No era un reto fácil de asumir: se planteaba emplear las clases de Educación Artística —todas ellas, en todos los niveles educativos— en trabajar diferentes movimientos artísticos, la mayoría de arte contemporáneo, a través de cuentos, juegos, creaciones y ejercicios diversos que permitieran a los niños y niñas familiarizarse con ellos para que más adelante pudieran utilizar las técnicas, las herramientas y los enfoques aprehendidos en crear libremente sus propias obas, en expresar «un mundo que es solo suyo».

Pero la propuesta no acababa allí. Se quería, inspirados en la obra del pintor uruguayo Joaquín Torres García, que creó paisajes compuestos con fragmentos significativos para él, realizar al final de curso, como colofón al trabajo hecho a lo largo del mismo, un mural traslúcido colectivo —de ahí lo de Transmural—, formado por la suma de las obras hechas por cada uno de los alumnos o, lo que es lo mismo, por la suma de fragmentos significativos. Este mural iba a representar la esencia del colegio: si entendemos el arte como un lenguaje, como una forma de expresión creativa, cada obra de arte individual encerraría una parte de la visión del mundo de cada niño, nos mostrará su «espíritu». Y el conjunto de todas esas obras, el espíritu del Siglo XXI.

Pese a la dificultad y a las lógicas dudas que podía entrañar llevar a cabo un trabajo tan extenso, intenso y sui generis como el propuesto, la dirección y el equipo de profesoras decidieron implicarse y se pusieron manos a la obra, con un entusiasmo, apertura y compromiso que fueron creciendo conforme se desarrollaba el proyecto.

Fue, sin duda, un proceso de aprendizaje para todos los participantes: las madres y los padres pudimos conocer más de cerca y valorar más el no pocas veces difícil trabajo que realizan los profesores y profesoras, quienes, a su vez, pudieron aprovechar los diversos saberes de padres y madres y beneficiarse de algunas ideas refrescantes; y los niños y niñas, pero no solo, descubrieron nuevas formas de mirar el arte y la vida y de darle forma a su imaginación.

Además, el trabajo colaborativo nos ayudó a desarrollar la empatía, la flexibilidad,  la capacidad de reflexión y la de reconocer habilidades ajenas y propias, y fomentó la cooperación, la comunicación, el respeto y la confianza entre todos los miembros de la comunidad educativa, lo que estrechó lazos y creó un clima de colaboración y entendimiento especial, que aún perdura.


Todos aprendimos de todos. Y todos, en particular los niños y niñas, disfrutamos del proceso. Y esa era la idea: mucho más importante que el resultado final, el Transmural,  lo fue el propio proceso de creación. Eso es justamente lo que se quiere mostrar en esta exposición: el deleite, sorpresa, alegría, introspección, la indescriptible satisfacción que proporciona el acto mismo de crear.

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